Lotfi A. Zadeh nació en 1921 en Bakú, en la antigua República Soviética de Azerbaiyán, donde su padre, iraní, estaba destinado como periodista. A la edad de diez años, su familia se mudó a Teherán (Irán), y Lotfi estudió en el Colegio Americano, una escuela misionera presbiteriana. Por un error administrativo, le matricularon en varios cursos por delante del que le correspondía según su nivel académico de origen. Esto no fue obstáculo para obtener notas brillantes; de hecho, en el examen nacional de ingreso a la universidad obtuvo la tercera mejor nota del país.
Zadeh se licenció en Ingeniería Eléctrica en la Universidad de Teherán en 1942. Solo tres estudiantes lo hicieron ese año, debido a los problemas creados por la II Guerra Mundial. En 1943 emigró a Estados Unidos. Cursó un máster en Ingeniería Eléctrica en el MIT y en 1949 obtuvo el doctorado en la misma disciplina en la Universidad de Columbia (Nueva York). Allí pasaría los siguientes diez años como profesor. En 1959 se incorporó al Departamento de Ingeniería Eléctrica y Ciencias de la Computación de la Universidad de California en Berkeley, donde obtuvo la cátedra y desde 1991 dirigió la Berkeley Initiative in Soft Computing.
En 1965 publicó su artículo seminal sobre los conjuntos difusos. En 1968 crearía la lógica difusa. En 1991 introdujo otro nuevo paradigma: el ‘Soft Computing’, un híbrido de metodologías que incluye la lógica difusa, las redes neuronales, los algoritmos evolutivos y el razonamiento probabilístico. Autor de 245 papers, sus investigaciones han sido citadas en más de 90.000 ocasiones -según Google Scholar- y la influencia del campo que ha creado se aprecia en el número de ‘papers’ que llevan el término difuso en el título: 253.000.
Zadeh ocupó cargos editoriales en 75 revistas especializadas y aunque los conjuntos y la lógica difusa han dado lugar a decenas de miles de patentes, él no fue titular de ninguna de ellas. En los últimos 15 años trabajó en la posibilidad de que datos y operaciones computacionales puedan transmitirse en lenguaje natural, lo que denominó la ‘computación con palabras’.
Zadeh fue ciudadano estadounidense pero conservó la nacionalidad iraní. Falleció en septiembre de 2017 en Berkeley, California (Estados Unidos).
Discurso
Tecnologías de la Información y la Comunicación, V edición
«A lo largo de mi vida nunca he dudado a la hora de defender mi forma de ver las cosas. Sobre mi escritorio en la Universidad de Teherán tenía un cartel con la palabra solo». Si el ingeniero electrónico Lotfi Zadeh no pensara así, tal vez las ciencias de la computación no habrían experimentado uno de sus mayores avances conceptuales y la electrónica de consumo estaría ahora echando de menos una de sus herramientas más originales. Zadeh fue el creador de la llamada lógica difusa, una metodología acogida desigualmente en sus inicios pero que ha acabado haciendo posible que las máquinas operen con conceptos imprecisos, como hacemos los humanos, y que en los últimos cincuenta años ha generado más de 50.000 patentes solo en Japón y Estados Unidos.
Por esta contribución Lotfi Zadeh recibió el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Tecnologías de la Información y la Comunicación. La lógica difusa es «un concepto revolucionario y una metodología que ha creado un nuevo campo de investigación, y que ha demostrado ser muy poderosa en multitud de aplicaciones», afirmó el acta del jurado.
La lógica difusa es «un concepto revolucionario y una metodología que ha creado un nuevo campo de investigación, y que ha demostrado ser muy poderosa en multitud de aplicaciones», afirma el acta del jurado.
TUITEAR
«(…) Es hoy en día un componente esencial de una amplia gama de productos de consumo, desde cámaras de vídeo y lavadoras hasta instrumentos médicos, así como en sistemas tan complejos como trenes automáticos, plantas de tratamiento de residuos y el control inteligente de motores de coche».
Zadeh, catedrático desde 1959 de la Universidad de California en Berkeley (Estados Unidos), contaba que enseguida se dio cuenta de “que la lógica difusa sería útil”, pero que no esperaba tal explosión de aplicaciones. Sobre todo teniendo en cuenta que la lógica difusa nace de algo tan poco práctico como una idea, una reflexión sobre la precisión: «Como ingeniero de sistemas siempre tuve la convicción de que las matemáticas ofrecían las respuestas a casi todos los problemas, pero en un cierto momento me di cuenta de que su marco conceptual tan preciso impone limitaciones. La psicología, la lingüística… no son precisas. Siempre he querido acortar la distancia entre el mundo real, con todas sus imprecisiones, y la matemática clásica. Ese es el origen de los conjuntos difusos y la lógica difusa».
Tomando como modelo a los humanos, con nuestra “sorprendente capacidad” –decía– de tomar decisiones basadas en información inexacta y subjetiva, Zadeh buscó la forma de que las máquinas aprendan a operar con la imprecisión y con las palabras, en lugar de con mediciones y cálculos. El primer paso hacia ese cambio de paradigma son los llamados conjuntos difusos. Zadeh los describió por primera vez en 1965, en una publicación que hoy, con más de 35.000 menciones, es de las más citadas del siglo XX. Se trata de conjuntos «cuyos bordes no están delineados claramente», decía su creador. El lenguaje humano está lleno de ellos: los hombres altos, los coches rápidos, las ciudades bonitas… La lógica convencional funciona definiendo qué determina la pertenencia de un elemento al conjunto –medir más de 1,80 metros; superar los 250 Km/hora; tener muchas zonas verdes…–, pero a veces eso no basta para entenderse –un hombre alto en España puede no serlo en Suecia, por ejemplo–.
La lógica difusa, creada como tal en 1968, permite definir grados de pertenencia al conjunto –se puede ser un poco alto–, y consigue operar con la imprecisión. Al principio Zadeh tuvo que enfrentarse al escepticismo de muchos de sus colegas. Contra la nueva idea jugaba algo tan impreciso como los prejuicios contra el término ‘fuzzy’, en español traducible como difuso o borroso –la comunidad investigadora española en el área no ha definido una preferencia–: «’Fuzzy’ tiene en inglés una connotación negativa, y esto resultó ser una rémora para que la teoría fuese aceptada. En Asia, sin embargo, el término difusono es peyorativo, así que acogieron mejor mi trabajo; ellos no tienen la visión occidental que limita todo a blanco o negro».
Pero la utilidad de la lógica difusa está ya hoy fuera de toda duda. Gracias a ella las máquinas entienden instrucciones como frena suavemente o refrigera hasta que el aire esté fresco, lo que les permite ser más eficaces. Y no se trata solo de mejoras en pequeños electrodomésticos. El metro automático de la ciudad japonesa de Sendai, inaugurado en 1987, emplea lógica difusa para que los cambios de velocidad sean más graduales, y es un diez por ciento más eficaz energéticamente que los metros convencionales.
Zadeh se definía a sí mismo como «obstinado y tenaz, sin miedo a la controversia», rasgos que «probablemente han sido positivos para el desarrollo de la lógica difusa». También para otras propuestas a lo largo de su carrera, tan arriesgadas como, según se ha demostrado, exitosas: el concepto de variable lingüística, creado en 1975 y que décadas después daría lugar a la computación con palabras –que permite literalmente calcular con palabras–; y el ‘soft computing’, un híbrido de técnicas –la lógica difusa entre otras– para abordar problemas en que la información es incompleta o inexacta. «Mis publicaciones están entre las más citadas en sus campos», decía Zadeh, «así que… tengo la piel gruesa: si alguien me llama estúpido, le doy las gracias por el cumplido».
Zadeh trabajó principalmente en cómo aproximar los ordenadores y sistemas al lenguaje natural. Su influencia se aprecia en el número de publicaciones con el término ‘difuso’ en el título: 253.000. Zadeh ocupó cargos editoriales en setenta y cinco revistas especializadas y aunque la lógica difusa ha dado lugar a decenas de miles de patentes, él no fue titular de ninguna de ellas. Respecto a una cuestión que siempre suscitaba preguntas, su nacionalidad, era fácil relacionarla con los conjuntos difusos: Zadeh, que tras licenciarse en Ingeniería Electrónica en la Universidad de Teherán en 1942 emigró a Estados Unidos, fue ciudadano estadounidense pero conservó la nacionalidad iraní. En una entrevista respondía: “No se trata de si soy estadounidense, ruso, iraní o azerbaiyano. Todas esas gentes y culturas han influido en mí, y me siento bastante cómodo entre todos ellos”.