Homenaje al profesor Gerald Holton por su 103 cumpleaños
El profesor Gerald Holton, catedrático de Física y de Historia de la Ciencia de la Universidad de Harvard, acaba de cumplir 103 años. Con motivo de esta efeméride, desde la Fundación BBVA queremos rendirle homenaje, recordando la trascendencia de su obra, tal y como reconoció el jurado que en 2021 le concedió el Premio Fronteras del Conocimiento en Humanidades “por sus numerosas y seminales contribuciones a la historia de la ciencia de los siglos XIX y XX”. Recuperamos también en este espacio tanto la entrevista en vídeo como el discurso que pronunció al recibir el reconocimiento de la Fundación BBVA. Su lúcida visión sobre el papel de la ciencia como fuerza civilizadora central y factor unificador de la humanidad tiene hoy una enorme relevancia en el complejo contexto que afronta la sociedad global del siglo XXI. ¡Felicidades, profesor Holton!
25 mayo, 2025
Gerald Holton es una figura central para comprender cómo la ciencia influye en el modelado de la cultura de la sociedad, y a la vez cómo, en una interacción continua, la matriz cultural de cada periodo histórico condiciona de manera íntima la práctica científica, al influir en la creación de teorías y modelos.
Cuando nació, en el Berlín de 1922, las bandas de fascistas ya atacaban a políticos e intelectuales judíos en Alemania, una dramática situación que obligó a su familia –padre abogado y madre fisioterapeuta– a regresar a Austria, su país de origen. Holton creció en Viena, pero en 1938 también llegó allí el peligro, como se puso de manifiesto durante la terrible Noche de los Cristales Rotos.
Por pura suerte –el destino de los niños se decidía en un sorteo– Holton, su hermano y otros 10.000 niños, con la ayuda de la asociación cuáquera Kindertransport, emigraron sin sus padres al Reino Unido, donde Gerald estudiaría ingeniería electrónica. En 1940 pudo reunirse con su familia en Estados Unidos. Por entonces varias universidades estadounidenses ofrecían plazas a refugiados europeos, y Holton tuvo la oportunidad estudiar en la Wesleyan University in Middletown, en Connecticut, donde obtuvo su licenciatura en Física en 1941 y un máster en la misma disciplina en 1942.
Durante la II Guerra Mundial, como muchos otros físicos, fue invitado a participar en el Proyecto Manhattan para el desarrollo de la bomba atómica en Los Álamos (Nuevo México), pero se negó, una decisión que atribuyó a su aprecio por la espiritualidad de los cuáqueros que cuidaron de él en Inglaterra. Sin embargo, Holton sí contribuyó a actividades bélicas que consideraba defensivas, como enseñar a los oficiales de la Marina a usar el radar, y formó parte de la unidad de investigación militar situada en Harvard.
Finalizada la guerra, en 1947 se doctoraría en Harvard con una investigación sobre la estructura de la materia a altas presiones bajo la dirección de Percy Williams Bridgman, un físico brillante galardonado con el Nobel de Física en 1946. Su vida académica ha permanecido hasta hoy vinculada a esta universidad, donde desarrolló toda su carrera como historiador de la ciencia.
La ciencia como agente modelador de la cultura de cada época
La obra de Holton analiza y reivindica el papel de la ciencia como agente modelador de la cultura de cada época, pero sin deslizarse nunca hacia el cientificismo, la idea de que fuera del lenguaje científico, solo hay irracionalidad y sinsentido. Al contrario, Holton siempre ha defendido que existen muchos otros campos, como el arte y la literatura, fundamentales para dar forma y contenido a la cultura de una sociedad, pero considera que la ciencia es un elemento civilizador esencial porque contribuye no solo al crecimiento económico y al bienestar de una sociedad, sino –de manera más profunda– a la configuración de los modos de pensar, de tomar decisiones y de actuar en cada periodo, tanto en el plano individual como colectivo.
La ciencia –recuerda Holton– tiene como pilares la veracidad, la objetividad y la generación de un conocimiento que no es inmutable sino que está permanentemente sometido al escrutinio de otros, y por tanto es siempre revisable ante la aparición de nueva evidencia o modelos conceptuales más elegantes y generales. Por eso, además de salud, crecimiento económico y eficacia tecnológica, la ciencia aporta racionalidad y por tanto fortalece la capacidad de una sociedad para resolver sus problemas.
Pero, a su vez, su obra ha demostrado cómo la propia ciencia no se desarrolla de manera encapsulada, aislada del tejido cultural -no solo socioeconómico- en el que crece en extensión y en profundidad. Como explicó el propio Holton la entrevista grabada con motivo de la concesión del Premio Fronteras del Conocimiento en Humanidades, “la ciencia forma parte de un tapiz, está entretejida dentro de una cultura”. Su estilo diferencial de hacer historia de la ciencia se caracteriza por poner el foco en la dimensión conceptual y cultural de la misma.
La cultura científica como factor unificador de la humanidad
Holton ha sido además una de las primeras voces que, desde una perspectiva fina y respetuosa con otras fuentes de la cultura general, ha abogado durante el último medio siglo por la necesidad imperiosa de trasladar la cultura científica al público general. No solo por la utilidad inmediata de los conocimientos científico-tecnológicos, sino por la influencia del pensamiento científico en la orientación cognitiva, la construcción y el desarrollo de los mapas mentales o mindset de la sociedad.
Desde esta óptica, el catedrático de Harvard ha sido uno de los autores que más ha iluminado analíticamente, al tiempo que alertado de los riesgos que conlleva el fenómeno de la anticiencia. En varios de sus trabajos, ha insistido en que, aunque el conocimiento científico esté avanzando, esto no garantiza que la cultura general de la sociedad se desarrolle en la misma dirección.
Holton vio crecer de forma directa la barbarie nazi en una sociedad culta en apariencia, y desde esa vivencia temprana ha reflejado con la mayor fuerza y claridad que la exaltación de la irracionalidad, cuando engrana con el populismo y el nacionalismo, es una ecuación cuyo resultado acostumbra a desembocar en movimientos y regímenes totalitarios: «Desde la Grecia Antigua a la Alemania fascista y la Rusia de Stalin, e incluso en nuestros días, los registros muestran que los movimientos para deslegitimar la ciencia convencional siempre están dispuestos a ponerse al servicio de otras fuerzas que buscan desviar el curso de la civilización para sus propios intereses».
Su obra, en definitiva, representa una robusta defensa de la racionalidad científica como factor unificador de la humanidad. Como expresó él mismo en su discurso de aceptación del Premio Fronteras: “Mis investigaciones y publicaciones han intentado comprender las aportaciones culturales de la ciencia como fuerza civilizadora central, al fomentar la racionalidad y la objetividad, y los muchos retos a los que se ha enfrentado desde el inicio de la era moderna hasta el presente”.