BIOGRAFÍA
Thomas F. Stocker (Zúrich, Suiza, 1959) se licenció en Física en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETH Zurich) y en 1987 se doctoró en Ciencias Naturales en esta misma universidad. Tras llevar a cabo investigación en el University College London y en las universidades de McGill (Montreal) y Columbia (Nueva York), en 1993 se incorporó a la Universidad de Berna, donde hoy es catedrático de Clima y Física Ambiental en el Instituto de Física. Ha participado en el Panel Intergubernamental de Cambio Climático durante casi dos décadas, primero como autor principal coordinador y, entre 2008 y 2015, como copresidente del Grupo de Trabajo I. Durante su mandato, los gobiernos aprobaron el informe Climate Change 2013: The Physical Science Basis, que proporcionó los fundamentos científicos del Acuerdo de París.
CONTRIBUCIÓN
La investigación de Thomas Stocker se ha centrado en medir las concentraciones de dióxido de carbono atrapado en las burbujas de aire que contienen los testigos de hielo de 800.000 años de antigüedad. El investigador suizo desarrolló varios modelos climáticos que permitieron interpretar los datos obtenidos y así comprender los cambios climáticos en una larguísima escala temporal que abarca varias edades de hielo. Gracias a esta investigación, Stocker ha alcanzado tres conclusiones principales: en primer lugar, la concentración actual de dióxido de carbono es un 35% más alta que en los últimos 800.000 años. Por otro lado, el calentamiento global no tiene precedentes en, al menos, los últimos 2.000 años. Por último, los testigos de hielo polar contienen pruebas de inestabilidades en el sistema climático —cambios abruptos— que ocurrieron en el pasado y podrían volver a producirse en el futuro debido a las alteraciones que las acciones humanas están provocando en el clima. Estos fenómenos, además, indican que la atmósfera y el océano están vinculados por una relación estrecha que posee una estabilidad limitada a las perturbaciones, ya que el océano es un elemento fundamental en la transmisión de las alteraciones del clima a gran escala entre ambos hemisferios. Aunque ya existían hipótesis previas sobre esta relación, han sido los análisis del hielo de Groenlandia y la Antártida los que han permitido confirmarla.